Defensores reclaman daños irreparables a la salud, ambiente y fauna por granjas porcícolas

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Comunidades en resistencia, defensoras y defensores de derechos humanos, especialistas en medio ambiente, académicos y académicas presentaron la Declaración de América sin fábricas de cerdos en la ciudad de Mérida, Yucatán.

Asimismo, recordaron las afectaciones sociales y ambientales que genera esa industria y manifestaron su rechazo hacia la imposición de esos proyectos en sus territorios.

La expansión de las mega granjas sobre territorios indígenas ha generado graves efectos a la salud y a la naturaleza. A pesar de las violaciones a derechos humanos de las fábricas de carne, este modelo se ha expandido de Estados Unidos hacia América Latina con el apoyo de los gobiernos y, en algunos casos, de los bancos de desarrollo, dijo Xavier Vega de Acción Ecológica.

“En nuestra comunidad entre morir y emigrar, decidimos luchar. Y no queremos más mega granjas porque son un daño irreparable para la salud humana, el ambiente y para la fauna. Por lo tanto, decidimos tomar en nuestras manos el derecho a defender la vida”, apuntó Andrea Cisneros, del Movimiento Socioambiental Valle del Huasco, Chile.

El objetivo del Foro fue tejer alianzas y compartir las experiencias y los impactos en América en contra de las mega fábricas de cerdos. Durante tres días, se compartieron estudios, testimonios y experiencias sobre las operaciones y afectaciones de esas granjas.

En la tercera jornada se explicó que las fábricas de cerdos son operaciones industriales de producción de carne que confinan a cientos o incluso miles de cerdos en un espacio reducido y, por lo general, cerrado.

Estos animales producen una enorme cantidad de orina y heces que contaminan las aguas superficiales y subterráneas, ensucian el aire y propagan peligrosos agentes patógenos generando una situación en donde los derechos de las comunidades y el medio ambiente son vulnerables a los impactos tóxicos.

“Las pruebas de la ciencia medioambiental y de la investigación en salud pública indican claramente que existen impactos ambientales negativos y riesgos críticos para la salud de trabajadoras, trabajadores y de la comunidad. Dadas las prácticas agrícolas actuales, las operaciones animales son las que más contribuyen a los gases de efecto invernadero y al cambio climático”, explicó D’Ann Williams, experta en salud ambiental de la Universidad John Hopkins.

Para cumplir con los objetivos globales del cambio climático, el modelo de producción animal industrial debe transformarse, para lograr un sistema alimentario más sostenible, equitativo y resistente”, puntualizó.

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